Breve Biografía de San Julio Álvarez Mendoza
Nació
en Guadalajara (México), el 20 de diciembre de 1866. Fueron sus padres
Anastacio Álvarez y Dolores Mendoza. Ayudado por los patrones de sus padres pudo
ingresar en un colegio superior y luego en el seminario de Guadalajara en el
año 1880. De acuerdo con los informes rectorales del Seminario, se le revela
dotado de inteligencia, constante en el estudio y piadoso. Su amor a la
Santísima Virgen María lo llevó a inscribirse en la Congregación Mariana.
Fue
ordenado sacerdote el 2 de diciembre de 1894. Inmediatamente fue nombrado
capellán de Mechoacanejo, de la parroquia de Teocaltiche, donde permaneció
hasta 1921, en que la capellanía fue elevada a parroquia del Divino Salvador,
siendo el primer párroco.
Se
distinguió por ser un hombre de oración, asiduo al rezo del breviario; devoto y
atento en la celebración de la Santa Misa y en las prácticas piadosas de la
Iglesia.
Desde
su llegada a Mechoacanejo se distinguió por su celo pastoral, manifestado principalmente
por la atención a la catequesis de niños y jóvenes, sin descuidar por
ello a las demás personas. Infundió a todos los feligreses un gran amor a
Jesús Sacramentado y a la Santísima Virgen María.
Atendía
a todos los ranchos por lejanos y difíciles que fueran, y sin importar la hora
y las condiciones del tiempo.
Celebraba
con profundo amor a Dios la Santa Misa, solemnizaba los misterios del Señor:
Fiesta de Corpus Christi, la Navidad, La Última Cena. Cuidaba con mucha
delicadeza el templo, lo mantenía con decoro y limpieza.
El
P. Álvarez era un hombre cariñoso, amable, bondadoso, caritativo, comunicativo
y sencillo. Cuando debía reprender alguna falta de sus feligreses, lo hacía con
prontitud y firmeza; pero siempre de la mejor manera, evitando herir a las
personas y hasta disculpándose al final.
Vivió
desprendido de todo, y en todo generoso. Las diferentes habilidades que poseía
las puso al servicio del prójimo. Enseñó a sus feligreses el oficio de
sastrería y él mismo hizo ropa que después repartía entre los pobres. También
les enseñó a elaborar dulces, para que tuvieran otro trabajo que les ayudara en
su economía familiar.
Ya
desde 1915 había comenzado la persecución religiosa en México;
persecución legalizada en la Constitución de 1917, cuya paulatina
aplicación llevaría al desenlace violento de 1926. Tal situación obligó al
Episcopado a decretar la suspensión de culto público en todas las iglesias del
país, ya que era imposible seguirlo ejerciendo en condiciones tan hostiles
creadas por el Gobierno contra la Iglesia.
El
Arzobispo de Guadalajara dejó a los sacerdotes en libertad para concentrarse en
la ciudad o permanecer en sus parroquias. El padre Álvarez, siguiendo el
ejemplo del arzobispo, prefirió quedarse en la suya. Celebraba y administraba
los sacramentos ocultamente en los ranchos. Fue aprehendido cuando se dirigía
al rancho El Salitre el 26 de marzo de 1927. Le acompañaban un muchacho y el
sacristán. De camino toparon a los soldados federales. El padre se distanció de
sus acompañantes, para disimular. No estaban lejos cuando uno de los soldados
se acercó y le besó la mano. Al darse cuenta de su error, trató de justificarse
diciendo que era su padrino. En eso pasó un señor y le preguntaron quien era
ese hombre, él respondió: “es el Sr. Cura de Mechoacanejo”. El jefe
de los soldados le preguntó al Padre si era sacerdote, y él no lo negó; lo
arrestaron de inmediato junto con sus acompañantes.
Allí
comenzó su calvario. Primero los llevaron a Villa Hidalgo, luego a
Aguascalientes; posteriormente a León, donde el general decidió enviarlos a San
Julián, Jal. Los condujeron atados, privándolos de alimento. Al Padre, en
especial, la tropa lo insultaba con odio; no le permitían que se sentara; o
estaba de pie o de rodillas. Llegaron a San Julián llevando al P. Julio
caminando, atado a la silla de un caballo.
El
30 de marzo de 1927 fue conducido al lugar de la ejecución. Serían como las
5:15 a.m. El padre preguntó: “¿Me van a matar?”. “Esa es la orden que tengo”,
respondió el militar. “Voy a morir inocente, dijo, porque no he hecho ningún
mal. Mi delito es ser ministro de Dios. Yo les perdono a ustedes. Sólo les
ruego que no maten a los muchachos porque son inocentes, nada deben”. Cruzó
entonces los brazos y los soldados recibieron la orden del fusilamiento. Su
cuerpo quedó tirado sobre un basurero cercano a la iglesia parroquial.
Cuando
la gente del pueblo se enteró de que habían matado a un sacerdote, acudió
con piedad a velarlo en la casa del sacristán José Carpio.
En
el sitio donde fue aprehendido en Mechoacanejo, se erigió un monumento a la
Santa Cruz, y otro en San Julián, donde fue martirizado. Ambos lugares son
visitados por numerosos fieles que mantienen vivo el recuerdo de su vida
ejemplar y muerte edificante.
San
Julio Álvarez Mendoza
muy bien xd
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